Tuesday, September 12, 2006

FRITZ PERLS CUARTA CONFERENCIA


Cuatro conferencias[1] de Frederick S. Perls: 4 de 4[2]

Tomado de:
Teoría y Técnica de la psicoterapia guestáltica
Joen Fagan e Irma Lee Shepherd (compiladoras) 1970/2003.
Amorrortu editores. Argentina. Pp.22-44










Cuarta conferencia

Concluiré examinando ciertas formas en que ustedes pueden continuar promoviendo su propio crecimiento, de modo de contribuir a tomar conciencia por sí mismos. En la medida en que somos conscientes somos conscientes de algo. A veces la conciencia es tan oscura que estamos en una especie de trance, pero en lo fundamental estamos siempre experimentando algo. Aun cuando estén actuando fuerzas contrarias a la conciencia, como cuando dormimos o cuando nos desmayamos muy a menudo nos llega algún mensaje —un sueño, verbigracia—. Aquello de lo que somos conscientes es siempre el mensaje de la situación inconclusa. Por lo general, si se permite a la naturaleza seguir su curso una situación inconclusa es muy apremiante. Si tenemos que contestar una carta, esa carta no está solamente sobre nuestro escritorio sino también sobre nuestra conciencia. La situación exige resolución.

Podemos emplear esta exigencia para una autoterapia que asuma la forma de la meditación. Hay muchos tipos de meditación, y la gente no comprende bien sus diferencias. Muchos creen que la meditación tiene lugar en el dominio de los pensamientos y de las ideas. Cuando yo hablo de meditación no me refiero a este tipo de juego. Emplear el tipo de meditación al que aludo es muy difícil; puede llevar años lograrlo. En especial si uno es de los que hablan. Por regla general, la gente se clasifica en los que hablan y los que escuchan; muy pocas personas pueden hacer ambas cosas. Se suele oír: «Me dije a mí mismo. . .», pero rara vez «Me escuché a mí mismo». La meditación que yo sugiero es aprender a escuchar el propio pensamiento. Es posible escucharse a uno mismo pensar, y hacerlo hasta discernir si es uno el que está hablando o si es alguna otra persona.

Se encontraran con que es muy difícil canalizar la energía básica hacia sus oídos en lugar de dirigirla hacia su garganta imaginaria, pero cuando lo consigan, advertirán un extraño fenómeno: pese a que están a solas, todo ese pensamiento es en esencia un sustituto de encuentros con gente, un mundo o escenario interno que reemplaza al mundo o esce (p.39) nario externo. En cambio, si no se escuchan, jamás advertirán que le están hablando a alguien, aunque se trate de algo tan vago como hablarle al mundo. Quizás estén defendiéndose, o aconsejándole a la gente cómo debería ser, o manipulando o impresionando a alguien.

Esto nada tiene de novedoso, pero es en este proceso que nos enfrentamos con la experiencia desagradable, el bloqueo, el statu quo que nos impide convertimos en algo verdaderamente sustancial y crecer. Y es en este punto que podemos lograr mucho si nos lo proponemos. Es un hecho muy extraño que solo consigamos ser espontáneos mediante una disciplina extrema. Es una absoluta paradoja. Y para lograr el antídoto contra nuestra actitud fóbica se necesita una disciplina absoluta. El antídoto consiste en cifrar la atención en las emociones negativas. Si se adquiere una suerte de objetividad científica, o la voluntad de tolerarse a sí mismo y centrarse en cualquier situación desagradable que pudiera surgir, se enfrentan los bloqueos para un posterior desarrollo. Diría que una de las cosas desagradables más importantes es el aburrimiento, tanto es así que creo que entre las puertas del infierno que abren paso a la madurez, al satori —el gran despertar—, se encuentra la aptitud para soportar el aburrimiento, sin tratar de escapar de él, de hacer algo interesante o de emplearlo como medio para las lamentaciones.

Pero el aburrimiento no es la única cosa desagradable con que nos enfrentamos; está también el sentimiento .de .frustración. Cierto es que, en definitiva, es posible que nunca resultemos frustrados: nuestra autoestima o el organismo se encargarán de encontrar la forma de evitarlo. Si una chica nos rechaza, trataremos de obtener una satisfacción sustitutiva volviéndonos violentos o vengativos. Sea cual fuere la frustración con la que nos topemos, siempre hay una forma alternativa de intentar alcanzar la satisfacción. El problema es que si la llave no corresponde a la cerradura, la puerta no se abre: la satisfacción sustitutiva no conduce al completamiento de la situación. Ahora bien: si aceptamos la frustración, si aceptamos el aburrimiento, ello suscitará la autorregulación del organismo. Es igual que un corte sobre la piel. Uno no puede curar la herida de cualquier manera: el organismo se encarga. Pueden prevenirse futuras complicaciones desinfectándola, pero si dejamos hacer a la naturaleza, ella se ocupará del asunto. Si quieren tener una comprensión más cabal de la simplicidad de la vida y del ambiente, les recomiendo que lean un libro de bolsillo titulado Top of the world,(2) que nos enseña mucho acerca de la belleza y del sentido de la vida. En cierto pasaje, un esquimal dice: «Los blancos son gente rara: traen consigo sus leyes pero dejan a sus esposas».

Ya ven como entorpecemos nuestra vida con miles de situaciones inconclusas innecesarias. Si alguien quiere desempeñar el papel de una dama, debe contar para ello con un hermoso vestido. De modo que va y lo compra, o bien corta trozos de tela y los cose siguiéndola moda; pero ocurre que no termina el vestido a tiempo, monta en cólera, etc. Súmese a ello toda la demás utilería. . . ¡para un papel innecesario! Si uno acepta sus sentimientos de desagrado, se encuentra con que las situaciones tienden, cada vez con mayor frecuencia y rapidez, a con- (p.40) cluirse o descartarse como meros estorbos en la vida. Los terapeutas advierten muy pronto de qué manera la gente estropea su vida arrastrando consigo padres desagradables. Bueno, nosotros no somos esquimales, por supuesto; no montamos a nuestros progenitores en un trineo y los dejamos morir congelados; pero bien podemos decir: «Ya soy grande, no te necesito».

Para meditar, empiecen por cerrar los ojos y escuchar su propio pensamiento, aquello que se estén diciendo a sí mismos. Una vez que hayan aprendido a escuchar, el próximo paso es sacar un terapeuta de alguna parte. Si gustan de mí, acéptenme y celebren encuentros con Fritz; acepten a quien hayan elegido, no importa quién. Al elegir terapeuta y al responderles este en lo que ustedes se dicen, se sorprenderán de todo lo que saben y de cuánto pueden realmente ayudarse a sí mismos, de cuántos recursos propios descubren. También les sorprenderá advertir cuánto tiempo se han hecho los tontos y los falsos en lugar de buscar esos recursos. Vean: la noción psicoanalítica de la transferencia es esta: la transferencia consiste en la repetición histórica de lo que ha sido. Yo la concibo como el resentimiento por lo que no ha sido.

Por lo regular, el paciente espera que el terapeuta le dé lo que le falta, que llene sus agujeros; si juega a ser su propio terapeuta, será capaz de llenar él mismo sus agujeros. Estoy seguro de que conocen muy bien el mecanismo de la proyección, lo que imaginan los pacientes y -proyectan en uno; si ustedes hacen que ellos les den lo que se supone que tendrían que darles ustedes a ellos, podrán recuperar aquellos aspectos propios de los que han renegado —p. ej., el poder que entregan a los demás.

En la terapia, pueden ahorrarse muchas tensiones si se apartan con la mayor asiduidad posible. La mayoría de los terapeutas creen que tienen que estar en contacto con el paciente todo el tiempo; pero el contacto extremo es tan patológico como el apartamiento extremo. Si se aferran permanentemente a la situación y no se permiten desasirse en ningún momento, sufren una fijación; si se apartan y quedan totalmente fuera de contacto, se aislan. Puedo darles un ejemplo sencillo: un puño cerrado no es una mano, como tampoco lo es una palma plana con los dedos rígidamente estirados. Esto es una mano: algo que se mueve, que cambia, que hace muchas cosas y cuya posición y movimiento varían. De manera análoga, el corazón no es un corazón en su dilatación o en su contracción, sino más bien en su ritmo de contracciones y relajaciones. El contacto con el mundo es, igualmente, un ritmo: a veces una confluencia una unificación; ó tras un aislamiento: A título dé ejemplo: en ocasiones, uno quiere decir algo pero le falta una palabra; se aparta entonces, busca en su diccionario imaginario, encuentra la palabra correcta y retorna. O tal vez se encuentra con alguien por la calle y no sabe qué decir, se retira para ensayar y vuelve a tomar contacto.

En cuanto a la fijación, la energía intencional denominada atención es de muy corta vida. El organismo posee una conciencia inacabable, pero no produce mucha energía intencional. Verbigracia: si uno intenta concentrarse en un objeto de color rojo, de inmediato comienza a producirse la anticonciencia en la forma de un color que neutraliza a aquel; si entonces se mira a lo lejos o se cierran los ojos, se ve verde en lugar de rojo, lo cual nos está indicando que deberíamos habernos retirado (p.41) antes del objeto rojo y mirado algún otro. De manera que si ustedes se sienten obligados a escuchar toda la basura que dicen sus pacientes, sobremodo si están haciendo lo posible por aburrirlos, hipnotizarlos o dormirlos, al final de la sesión o de la jornada estarán exhaustos. Si, en cambio, se permiten apartarse cuando no hay nada interesante, volverán a verse envueltos inmediatamente cuando ocurra algo de interés. Repito: si confían en la sabiduría del organismo, se sorprenderán de ver hasta dónde llega su capacidad funcional. Muy a menudo cuando un grupo o un individuo está aburrido o apartado, les pido a todos los demás que se replieguen a su fantasía.

Pregunta: ¿Es factible emplear algunas de las técnicas a las que tú te has referido en una situación de grupo?
Perls: Desde luego. En verdad, creo que la terapia individual es anticuada, que debería ser la excepción antes que la regla. En ciertas situaciones, un miembro del grupo no está preparado para mostrarse franco con este; en tales casos corresponde terapia individual. * Pero los laboratorios, ya tanto en el aspecto financiero como en el relativo al desarrollo personal, son mucho más accesibles. Considérese cuánto se aprende en un grupo mediante la participación indirecta.
Pregunta: ¿Tienes algunas otras sugerencias que hacer para el mejor funcionamiento de un grupo? ¿Puede funcionar un grupo sin un coordinador?
Perls: Creo que un grupo puede funcionar bien sin un coordinador si sus miembros se ponen de acuerdo en ciertas reglas básicas y todos vigilan para asegurar su cumplimiento. Algunas de ellas son las siguientes: 1) Estar alertas para cuando se abandona el ahora, y volver siempre a él -- tanto al ahora manifiesto como al ahora oculto de las Fantasías. 2) Prohibir el uso del pronombre it. ** 3) Estimular todos lo integrantes para que conviertan sus sustantivos en verbos. 4) No chismorrear nunca acerca de alguien que está ausente; incorporar a este último al encuentro haciendo que el hablante represente ambos roles. 5) No forzar nunca una confesión; no forzar a nadie a decir algo que no quiere, o inmiscuirse en sus cosas; limitarse simplemente a las objeciones, y hacer que sean expresadas. 6) Proporcionar ayuda permitiéndole al individuo recurrir a sus propios medios; preguntar «¿De que manera harás . . . ?» en lugar de decir «Hazlo de esta manera» Estas son algunas de las actitudes que favorecerán la maduración.
Pregunta; ¿Podrías aclarar algo sobre el «por qué»
Perls: El «por qué» es el modo infantil de explicación: él no lleva a la comprensión. Tal vez haya una excepción: cuando se pregunta «¿por qué?» con el significado de «¿con qué finalidad?». Pero cuando se lo emplea con respecto a la causalidad, no es más que disfrazar el (p.42) asunto con computación y racionalizaciones. La explicación impide la comprensión. El gran peligro que los amenaza como terapeutas es que han sido formados para jugar al juego de las interpretaciones, que parte del supuesto de que ustedes saben algo sobre la otra persona y que si se lo dicen lo ayudarán. A veces eso es cierto: ustedes ven realmente lo que está pasando; en tal caso quizás el daño que inflijan no sea muy grave, a menos que se apresuren a decirle al sujeto algo para lo cual no está preparado. Pero todo lo que hagan para ayudar al otro individuo a descubrirse a sí mismo es bueno. Solo aprendemos realmente lo que descubrimos por nosotros mismos.
Pregunta: ¿De qué manera puede ayudar el terapeuta al paciente a hacer las paces consigo mismo?
Perls: Mostrándose franco y sincero. Freud no podía ser franco, y su problema se convirtió en una técnica que llevó muchos años corregir. Pasó algo similar a lo que le ocurrió a un amigo mío que, enterado de que los japoneses eran muy hábiles en la reproducción de objetos de arte, envió desde Sudáfrica una taza de delicada factura para que le hicieran docenas de réplicas. Cuando estas llegaron de vuelta, traían sus asas. . . separadas. Sucede que el asa de la taza original se había roto por el camino, y los japoneses la reprodujeron tal cual estaba, en dos partes. En psicoterapia ocurrió algo semejante. Freud sufría una profunda fobia: le molestaba mirar a alguien en la cara o ser mirado fijamente por los demás, y para eludir esta situación colocó al paciente en un diván y se sentó detrás de él. Este síntoma se convirtió muy pronto en el procedimiento habitual, como pasó con el asa rota. Ahora tenemos que hacer lo opuesto: armar un gran revuelo y descubrir lo obvio, un nuevo tipo de terapia denominado «terapia de los encuentros». Finalmente hemos recordado que no hay nada más natural que el hecho de tener ojos para ver a los demás, la posibilidad de hablarles directamente, etcétera.

En un encuentro, debemos estar atentos a las polaridades, pues todo, toda energía, se diferencia en opuestos. Hay muchas parejas de opuestos: derecha e izquierda, opresor y oprimido, sadista y masoquista. Tratamos de integrar los sucesos opuestos y ver cómo se ajustan uno al otro, hasta hallar el centro. Solo podemos estar alertas y gozar de perspectiva si poseemos un centro. Cuando lo perdemos, perdemos el equilibrio.
Pregunta: ¿Por qué llamas opuestos a la derecha y la izquierda?
Perls: La mano derecha es por lo general el lado motor, masculino, agresivo, que quiere dominar, determinar cómo son las cosas, decidir qué es lo «correcto»; El lado izquierdo es el femenino, habitualmente muy mal coordinado. Izquierda significa torpe en muchas lenguas: gauche en francés, linkich en alemán. Cuando se produce un conflicto entre la vida emocional y la vida activa, surge la neurosis. Cuando el lado masculino y el lado femenino luchan entre sí, la energía se consume en el conflicto interno, la frustración, los juegos, etc.; pero cuando el poder y la sensibilidad funcionan coordinados, surge el genio. Todo genio literario tiene este componente femenino integrado con el masculino, y todo genio femenino tiene un fuerte componente masculino. En el Zen, un aspecto importante de la formación es el adiestramiento para el estado de alerta, que implica poseer realmente un centro de manera (p.43) de poder estar siempre alerta ante lo que sucede. La conciencia última solo se alcanza cuando la computadora ha sido eliminada, cuando la intuición, la conciencia, es tan intensa que uno está verdaderamente en posesión de sus sentidos. La mente vacía de la filosofía oriental merece el más alto respeto. Así que abandonen su mente y recobren sus sentidos.


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Transcripción Digital con fines exclusivamente didácticos.
[1] Trascripción de las charlas pronunciadas por el autor en el Laboratorio de Terapia Guestáltica de Atlanta, en 1966.

[2] Nota Global a las 4 conferencias: Es una trascripción Digital con fines exclusivamente didácticos.No media ninguna intención de lucro.

(2) Hans Ruesch, Top of the world, Nueva York: Pocket Books, Inc. (El país de
las sombras largas. Buenos Aires; La Isla, 1963.)

* En este y otros lugares de la obra empleamos la palabra «laboratorio» (en in-
glés workshop) para designar un grupo que se reúne con fines pedagógicos o
terapéuticos durante un lapso generalmente breve. Preferimos ese término a «se-
minario», que alude casi siempre a cursos universitarios' o de perfeccionamiento
profesional. Para una caracterización más estricta de los laboratorios de terapia
guestáltica, así como de los «microlaboratorios» y «maratones», puede consultarse
la obra de William C. Schutz Todos somos uno. La cultura de los encuentros,
Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973, cap. 10. (N. del T.)

** Cf. la nota del traductor de la página 28.

FIN DE LAS CUATRO CONFERENCIAS

1 comment:

BlackVelvet said...

Iniciaré mi comentario con una pregunta capciosa: ¿Hasta dónde se puede adentrar uno en un espacio?
La respuesta, sea un cuadrado o un círculo o lo que sea, suele ser que "hasta el fondo" y no es así, porque geométricamente hablando, sólo se puede adentrar uno hasta el centro del espacio; ir más allá, implica, consecuentemente, acercarse hacia afuera, es decir, hacia una orilla...
Inicio así porque, meditando en los opuestos, pensaba en qué es lo que les da origen a éstos; es decir: la polaridad existe siempre y desde siempre y, entonces, damos luz a una circunstancia en la que quedamos "orillados" a un opuesto y por tanto ¿debemos encaminarnos hacia el centro?
O, aparecemos en tiempo y espacio adecuado, es decir, en nuestro centro y, luego, aparecen circunstancias que nos obligan a buscar y experimentar, aparecen aprendizajes que nos empujan a un extremo, que no el final de éste, pero nos empujan a él; o aparecen necesidades que nos impulsan a descentralizarnos y nos "desestabilizan" temporalmente y, por ello, ¿aunque estemos en otro centro, que no es el que nos corresponde, creemos estar en un polo que es el opuesto de otro?
Es muy interesante el punto de Perls en cuanto a lo referente a buscar el equilibrio, pero surge mi duda al respecto: ¿inventamos nosotros mismos nuestras "polaridades", es decir, nuestros opuestos?
Sin polos, no hay opuestos; sin opuestos,no hay comparativos; sin comparación, no hay igualdad. Sin extremos, no hay equidistancias, es decir, no hay centro.
Si lo que supongo es cierto, creo que al extremarnos, estamos dando la medida exacta de cuánto nos alejamos de nuestro centro, por lo tanto, equilibrarnos, debería resultar una tarea muy fácil.
¿Se puede tratar de construir una técnica terapéutica para lograr que un paciente encuentre "el camino a casa" y regrese a su centro?
Son muchas las incógnitas que me surgen a raíz del tema expuesto en su blog..., es decir, de tipo reflexivas; no encuentro la manera de exponerlas todas aquí, pero sí sé que me encontré con un tema interesante.