Tuesday, September 05, 2006

FRITZ PERLS PRIMERA CONFERENCIA de 4



Cuatro conferencias[1] de Frederick S. Perls



Tomado de:
Teoría y Técnica de la psicoterapia guestáltica
Joen Fagan e Irma Lee Shepherd (compiladoras) 1970/2003.
Amorrortu editores. Argentina. Pp.22-44



Primera conferencia

En mis charlas sobre terapia Guestáltica me guía un solo propósito: impartir una fracción del significado de la palabra ahora. Para mí, sólo el ahora existe. Ahora = experiencia = conciencia = realidad. El pasado ya no está y el futuro no ha llegado todavía. Únicamente el ahora existe.

La situación que exhibe la psicología de nuestra época es que estamos divididos básicamente en dos categorías: los interesados en la conducta y los interesados en la conciencia (awareness) o falta de conciencia —sea que se la llame estado de conciencia (consciousness),* experiencia o de alguna otra manera—. El enfoque fenomenológico pone el acento en los mensajes evidentes por sí mismos —existenciales en el puro sentido de la palabra— que recibimos a través de los órganos de nuestros sentidos. Gracias a que vemos, oímos y sentimos es que conocemos: ello nos suministra la información primaria acerca de nosotros mismos y de nuestra relación con la vida. Al conductista, en cambio, no le preocupa el fenómeno de la conciencia ni el enfoque subjetivo; pero su método tiene sobre casi todos los demás la gran ventaja de trabajar con el aquí y ahora: ve a este animal, mira a esta persona e investiga de qué modo se comporta este individuo. Si se combina el enfoque fenomenológico, con su conciencia de lo que es, y el enfoque conductista, con su énfasis en la conducta presente, se obtiene una síntesis de lo que estamos tratando de lograr en terapia guestáltica. Cuando observamos la conducta, nos encontramos con dos clases básicas: conducta pública y conducta privada. La primera es la conducta manifiesta y observable "de la que pueden tener conciencia los observadores y nosotros mismos, mientras que la segunda incluye aquellas cosas de las que nosotros podemos ser conscientes pero no un observador. A esta última suele llamársela pensamiento, ó especulación, o ensayo, o computación.

Antes de proseguir quisiera analizar brevemente cuatro enfoques filosóficos, tal como yo los veo. El primer enfoque es la ciencia —a la que denomino «sobreísmo»— y nos permite hablar sobre ciertas cosas, conversar sobre nosotros o sobre alguna otra persona, informar sobre lo que esta ocurriendo dentro de nosotros, discutir sobre nuestros casos clínicos. El hablar sobre cosas, o sobre nosotros y los demás cómo si fuéramos cosas, evita toda respuesta emocional u otra involucración (p.22) genuina. En terapia, encontramos el sobreísmo en la racionalización y la intelectualización, así como en el «juego de las interpretaciones» en el que el terapeuta dice «Sobre esto versan sus dificultades». Este enfoque se basa en la no involucración (noninvolvement).

A la segunda filosofía la denomino «debeísmo». La mentalidad del «debe» se encuentra manifiesta o encubiertamente en toda filosofía y, sin lugar a dudas, en toda religión: Aun en el budismo hay un debeísmo implícito, ya que se nos dice que debemos experimentar el Nirvana, que debemos alcanzar el estado en que estamos libres de todo sufrimiento; al menos, se lo alaba como algo que vale la pena lograr. Las religiones están llenas de tabúes, de «debes» y «no debes». Estoy seguro de que todos ustedes perciben que crecen completamente rodeados por lo que deben y no deben hacer, y que insumen gran parte de su tiempo en jugar a este juego en su interior —el juego al que doy en llamar «juego del opresor y el oprimido», o «juego del automejoramiento», o «juego de la autotortura»—. Tengo la convicción de que les resulta muy familiar este juego. Una parte de ustedes se dirige a la otra y le dice: «Debes ser mejor, no debes ser así, no debes hacer eso, no debes ser como eres, debes ser como no eres». El debeísmo se funda en el fenómeno de la insatisfacción.

En los últimos tiempos ha surgido un tercer tipo de pensamiento: el ontológico, o enfoque existéncial, o «ser-ismo». El serismo observa y percibe el mundo tal como es, tal como somos, anulando la significación y encerrando entre paréntesis lo que debemos ser. A esto podría denominárselo la eterna tentativa por alcanzar la verdad. Pero, ¿qué es la verdad? La verdad es uno de los que yo llamo «juegos de la adecuación».

Aquí habré de apartarme un minuto del tema y hablar acerca de algunos de los juegos importantes. Uno de los juegos principales que jugamos es el «juego del único ganador»; «Yo soy mejor que tú», «Yo puedo superarte», «Yo puedo abatirte». Otro juego importante es el «juego de la adecuación»; « ¿Se adecua este concepto a la realidad?», «¿Es esto correcto?», «Si yo veo tal y cual cosa, ¿puedo hacer que se adecuen entre sí de modo de tener ante mis ojos un cuadro amplio?», «¿Se adecua la conducta de esta persona a mi concepto de lo que es un comportamiento correcto?». Estos son algunos de los juegos de la adecuación. Ahora bien: en el existencialismo, el juego de la adecuación es la verdad. Entiendo por «verdad» tan solo la aseveración de que una formulación nuestra se adecua a la realidad observable. Si alguien dice «Estoy enojado contigo» en un tono de voz suave y cortés, este no parece adecuado, sino incongruente con respecto al enojo que dice tener. Si grita, en cambio, « ¡Estoy enojado contigo, maldito!», su ira y su voz se adecuan una a otra.

Pero ningún existencialista, con la posible excepción de Heidegger, puede realmente trasladar su idea existencial a la conducta ontológica —que una cosa se explica por su misma existencia—. Se preguntan una y otra vez «¿Por qué?», y deben seguir entonces retrotrayéndose y pidiendo apoyo: Sartre al comunismo, Buber al judaísmo, Tillich al protestantismo, Heidegger al nazismo en cierta medida, Binswanger al psicoanálisis. Binswanger, en particular, está tratando siempre de volver a lo causal —esa confusión semántica—, de explicar el suceso (p.23) por su precedente, por su historia, incurriendo así en el error habitual de mezclar los recuerdos con la historia.

Tenemos, por último, el enfoque guestáltico, que trata de comprender la existencia de cualquier suceso a través del modo en que se produce, que trata de comprender el devenir merced al cómo, no al porqué, merced a la omnipresente formación guestáltica; merced a la tensión de la situación inconclusa, que es el factor biológico. En otras palabras, en terapia guestáltica tratamos de ser congruentes con todos los restantes sucesos, en especial, con la naturaleza, pues somos parte de ella. El hecho de que nuestra vida no sea compatible con las exigencias de la sociedad no obedece a que la naturaleza esté equivocada o a que nosotros estemos equivocados, sino a que el proceso que ha sufrido la sociedad la ha apartado tanto de un funcionamiento sano, natural, que nuestras necesidades y las de la sociedad y las de la naturaleza ya no concuerdan más. Nos topamos repetidamente con ese conflicto, al punto que se vuelve dudoso que pueda existir en nuestra insana sociedad una persona sana, totalmente cuerda y honesta.

Quisiera, analizar ahora los que son, a mi juicio, los dos descubrimientos más importantes de Freud. Freud afirmó (no es esta la manera como él lo formuló, sino como yo he comprendido lo que él quiso decir) que en la neurosis hay una parte de nuestra personalidad o de nuestro potencial que no está disponible. Pero lo dijo de un modo extraño; dijo: «está en el inconsciente», como si existiera algo semejante a el inconsciente, en vez de haber simplemente conducta o emociones desconocidas o no disponibles. Freud vio, asimismo, que lo que él denominó «preconsciente» constituía la base de la formación guestáltica. Nosotros decimos que es el «fondo» sobre el cual aparece la figura. Podemos ir aún más lejos y señalar que solo una pequeña porción de" nuestro potencial —de lo' que podríamos ser— está disponible.

El otro descubrimiento importante de Freud, que nunca retomó y que parece haberse perdido, es su observación «Denken ist Probearbeit» («El pensamiento es trabajo de ensayo»), que yo he reformulado de este modo: «El pensamiento es un ensayo teatral», un ensayo que se lleva a cabo en la fantasía del rol que debe representarse en la sociedad. Y cuando llega el momento de la representación y uno no esta seguro de que»esta sea bien recibida, aparece el miedo al público (stage fright). A este último la psiquiatría le ha dado el nombre de «ansiedad»: «¿Qué diré cuando esté ante la mesa examinadora?», «¿Sobre qué hablaré en mí conferencia?». Al acudir a una cita con una mujer, uno piensa, «¿Qué ropa me pondré para impresionarla?», y. así por el estilo. Todo esto es ensayar el papel que habrá de representarse. Creo que la frase de Freud, «Denken ist Probearbeit», es una de sus grandes ideas.

La razón de que Freud no pudiera retomarla más adelante reside, en parte, en que todo ensayo se refiere al futuro, mientras que a Freud le preocupaba el pasado. De modo que ese concepto no concordaba con su teoría general y debió abandonarlo. Pero me gustaría que se detuvieran un momento a pensar cuánto tiempo y cuánto potencial invierte cada uno de ustedes en reflexionar o ensayar para el futuro en comparación con el que invierten en meditar sobre el pasado.
Volvamos al ahora.
(p.24)
Sostengo que toda terapia puede llevarse a cabo únicamente en el ahora. Cualquier otro método constituye una interferencia. Y la técnica que nos permite comprender el ahora y permanecer en el es «el continuo de conciencia», por el cual se descubre y se toma cabal conciencia de cada experiencia real. Sí nos mantenemos en él, pronto nos enfrentamos con una experiencia desagradable; por ejemplo, nos aburrimos, o nos sentimos incómodos, o nos vienen ganas de llorar. En ese momento sucede algo que Freud no llegó a ver con claridad: nos volvemos fóbicos. Freud vio que se producía un bloqueo activo para eliminar la experiencia, y lo denominó «represión»; vio también la alienación de nuestra experiencia y la denomino «proyección». Lo que quiero puntualizar es que el momento crítico está dado por la frecuente interrupción de nuestra experiencia en el ahora, sea cual fuere esta. Esta interrupción tiene lugar por varios medios: iniciamos una explicación, descubrimos súbitamente que hemos abusado del tiempo de que disponemos dentro del grupo, recordamos que teníamos que hacer algo importante, o nos entregamos al vuelo esquizofrénico de ideas que el psicoanálisis llama «asociación libre» (aun cuando se trata de una di-sociación compulsiva). Esta interrupción del continuo de conciencia impide la maduración, impide que la terapia tenga éxito, impide que la vida conyugal sea más rica y profunda, impide que se solucionen los conflictos internos. El único propósito de esta tendencia a la evitación es mantener el statu quo.

¡Y qué es el statu quo? El statu quo consiste aferrarnos a la idea de que somos niños. Esto contraría el punto de vista psicoanalítico. Freud suponía que éramos infantiles a causa de un trauma anterior, pero esto no es sino una racionalización retrospectiva. Somos infantiles porque tenemos miedo de asumir responsabilidades en el ahora. Asumir nuestro lugar en la historia, ser maduros, significa renunciar a la idea de que tenemos padres, de que tenemos que mostrarnos sumisos o rebeldes, o alguna de las otras variantes del rol de niños que representamos.

Para ampliar esto último debo hablar de la maduración. La maduración es el pasaje del apoyo ambiental a la autonomía. El bebé depende por entero del apoyo ambiental. A medida que crece, aprende a pararse sobre sus propios pies, a crear su propio mundo, a ganarse la vida, a adquirir independencia emocional. Pero en el sujeto neurótico este proceso no sigue su curso normal. El niño —o el neurótico infantil— no utilizará su potencial en favor de su autonomía sino para representar roles espurios, cuyo objetivo es movilizar al ambiente para conseguir apoyo en lugar de movilizar el potencial propio. Manipulamos el ambiente mostrándonos desvalidos, haciendo el papel de tontos, formulando preguntas, halagando y adulando a los demás.

El resultado de ello es que llegamos en la vida —y especialmente en la terapia— al «punto enfermo» (como lo llaman los psiquiatras rusos), al punto en que quedamos varados, al «impase». El impase se produce cuando no podemos apelar a nuestros propios recursos y no obtenemos apoyo ambiental. En terapia guestáltica nos encontramos con que esto ocurre una vez, y otra, y otra. Por desgracia, el psicoanálisis tiende a fomentar la infantilidad y la dependencia, primero por sus fantasías acerca de que el paciente es un niño y todo debe vincularse (p.25) con la «imagen del padre» o con el «trauma infantil» o con la «transferencia», y luego, al proporcionar una y otra vez apoyo ambiental en la forma de interpretaciones intelectuales que rezan así: «Sé que usted es tonto e inmaduro. Sé lo que usted está haciendo. Sé más que usted. Se lo explicaré todo». Pero ello le impide al sujeto comprenderse verdaderamente a sí mismo.

Es por este motivo que soy absolutamente dogmático en cuanto a que nada _existe más que en el ahora, y que en el ahora el individuo se conduce de un modo que "podrá o no facilitar su desarrollo, _su adquisición de una mayor aptitud para hacer frente a la vida, para conseguir lo que antes estaba fuera de su alcance, para comenzar a llenar los huecos de su existencia. Todos tenemos, en alguna medida, los huecos tan evidentes en los neuróticos y esquizofrénicos. Hay personas sin ojos, otras sin oídos, sin piernas que las sostengan, sin perspectiva, sin emociones. Para llenar estos huecos, que suelen experimentarse como tedio vital, vaciedad, soledad, debemos superar el impase y sus frustraciones, que por lo general nos lleva a evitar tales frustraciones y con ellas todo el proceso de aprendizaje.

Ahora bien: hay dos formas de aprender. La primera consiste en obtener información; conseguimos—que-alguien nos informe sobre el significado de nuestros sueños,-sobre la utilidad de tal o cual concepto, o que nos diga cómo es el mundo. Luego introducimos esta información en nuestra computadora y ponemos en práctica el juego de la adecuación. ¿Se adecua este concepto a este otro? Pero la mejor manera de aprender no reside en computar información. Aprender es descubrir: des-cubrir lo que tenemos delante.. Cuando descubrimos, estamos descubriendo nuestra propia capacidad, nuestros propios ojos, para encontrar nuestro potencial, para ver qué es lo que está pasando, para descubrir de qué manera podemos hacer más amplia nuestra vida, para recurrir a medios que nos permitan hacer frente a una dificultosa situación. Y a mi juicio todo esto tiene lugar en el aquí y ahora. No toda especulación acerca de las cosas, no toda tentativa de obtener información y ayuda externas producen maduración. De modo que las personas que trabajan conmigo tienen que hacerlo mediante una referencia continua al presente. «Estoy experimentando esto; ahora siento esto; en este momento no siento más deseos de trabajar; en este momento estoy aburrido». A partir de ello podemos pasar a diferenciar qué fragmento de la experiencia presente le es aceptable al individuo, cuándo siente deseos de huir, cuándo se muestra dispuesto a tolerarse a sí mismo, cuándo siente que los demás lo toleran, etc. Todo esto se investiga en la realidad, en. el encuentro actual de cada cual con los demás.

Dicho de otro modo, mientras que la mayoría de las psicoterapias tratan de llegar a lo más profundo, nosotros intentamos llegar a lo más superficial. A medida que surgen las necesidades, las situaciones inconclusas, somos controlados por esa necesidad emergente y precisamos ponernos en contacto con el mundo para satisfacerla. Utilizamos nuestros sentidos para observar, para ver lo que está sucediendo. El mundo se abre. Esta capacidad de ver es la salud. A la inversa, puede definirse al neurótico como aquel que no puede ver lo obvio —tal cual ocurría en ese cuento de Anderson en el que solamente el niño señalaba lo evidente: que el rey estaba desnudo—. Es por este motivo que cuando (p.26) comienzo a hablar con un grupo suelo jugar al maestro de escuela y pedirles que descubran y verbalicen lo obvio.

FIN DE LA PRIMERA CONFERENCIA

[1] Transcripción de las charlas pronunciadas por el autor en el Laboratorio de Terapia Guestáltica de Atlanta, en 1966.

1 comment:

Vale said...

¡Muchas gracias!