Tuesday, September 05, 2006

PERLS SEGUNDA CONFERENCIA de 4















Cuatro conferencias de Frederick S. Perls: 2

Tomado de:
Teoría y Técnica de la psicoterapia guestáltica
Joen Fagan e Irma Lee Shepherd (compiladoras) 1970/2003.
Amorrortu editores. Argentina. Pp.22-44


Segunda conferencia


Además de colocar el acento en el ahora, también lo coloco en el proceso de centración, la conciliación de los opuestos para que no sigan desperdiciando energía en una lucha estéril y puedan unirse en una combinación e interacción productivas. Veamos, por ejemplo, uno de los principales problemas que la gente cree tener: el problema de su existencia.

¿Qué es lo opuesto de la existencia? La respuesta inmediata sería «la inexistencia», pero esto es erróneo. Lo opuesto de la existencia es la antiexistencia, tal como lo opuesto de la materia es la antimateria. Como ustedes saben, los científicos han conseguido crear materia a partir de la energía. ¿Qué nexo tiene esto con nosotros, los que nos dedicamos a la psicología? Fundamentalmente, que en ciencia hemos vuelto, a la postre, al filósofo presocrático Heráclito, quien afirmó que todo es flujo, movimiento, proceso. No hay «cosas». En los lenguajes orientales, la nada (nothingness) es la no-cosa (no-thingness); en Occidente pensamos la nada como un hueco, un vacío, una inexistencia. En la filosofía oriental, así como en las ciencias físico-naturales modernas, la nada –la no-cosa— es una forma de proceso, en perpetuo movimiento.

En ciencia intentamos encontrar la materia ultima, pero cuanto más dividimos la materia más nos encontramos con otra materia. Encontramos movimiento, y movimiento equivale a energía: movimiento, impacto, energía, pero no cosas. Las cosas surgen, prácticamente, por la necesidad humana de seguridad. Son manipulables, con ellas es posible jugar a la adecuación. Estos conceptos, estos «algos», pueden formar, reunidos, otro algo. «Algo» es una cosa, de modo que hasta un nombre abstracto se convierte en una cosa.

En nuestro trabajo terapéutico siempre nos topamos con la nada, y yernos que esta no-cosa es un proceso muy vivido. Supongo que el hecho de tratar con cosas significa que para volverlas a la vida, tenemos que convertirlas nuevamente en procesos. En la cosificación o transformación de un proceso en una cosa actúa lo que yo denomino el estrato implosivo, o catatónico, o muerto. Si alguien tiene un cuerpo, si tiene una mente, estas cosas son en apariencia objetos que pertenecen a cierta instancia llamada «Yo». «Yo» soy el orgulloso —o desdeñoso— poseedor de una mente, de un cuerpo, de un mundo. De manera que digo, en efecto, «Yo tengo cierto cuerpo» (cierto cuerpo) en lugar de advertir que yo soy alguien.*

En terapia guestáltica observamos la forma en que las personas utilizan el lenguaje, y comprobamos que cuanto más alienado está un sujeto de sí mismo más nombres emplea en lugar de verbos, y sobre todo el (p.27) pronombre it.* It es una «cosa» cuyo uso resulta conveniente para evitar estar vivos. Cuando estoy vivo, hablo; cuando estoy muerto, tengo un «habla» compuesta de palabras; este lenguaje tendrá una expresión, etc. Se advertirá que esta descripción es en su mayor parte una cadena de nombres, y que lo único vital que resta en todo ello es juntarlos.

Para que ustedes comprendan mejor la importancia del estrato implosivo y su papel en las neurosis, describiré en forma más completa lo que yo entiendo por los cinco .estratos de la neurosis, El primer estrato que encontramos es lo que yo llamo el estrato de Eric Berne, ó el estrato de Sigmund Freud, o el estrato falso, en el que jugamos a representar, en él que representamos roles. Coincide con la persona «como si» descrita por Helene Deutsch. Actuamos como si fuéramos tipos importantes, como si fuéramos tontos, como si fuéramos alumnos, como si fuéramos damas, como si fuéramos prostitutas, etc. Las actitudes «como si» nos exigen siempre estar a la altura de un concepto o fantasía creada por nosotros o por los demás, ya se trate de una maldición o de un ideal. Lo que ustedes llaman un ideal es para mí una maldición: un intento de apartarse de uno mismo. Su resultado es que la persona neurótica renuncie a vivir para sí misma de manera tal de realizarse: en lugar de ello, quiere vivir para un concepto, para la realización de ese concepto —como un elefante que quisiera ser un rosal o un rosal que tratara de ser un canguro—. No queremos ser nosotros mismos; no queremos ser lo que somos, sino alguna otra cosa, y el fundamento existencial de este ser otra cosa es la experiencia de la insatisfacción. Estamos insatisfechos con lo que hacemos, o bien los padres están insatisfechos con lo que hacen sus hijos: deberían ser distintos, no deberían ser como son, deberían ser alguna otra cosa.

Viene luego la religión, la filosofía, el violín y las cuerdas: debemos ser hermosos y maravillosos, y, en caso de ser cristianos, debemos ser inmateriales. En el Nuevo Testamento la naturaleza no cuenta: solo cuenta lo sobrenatural, lo milagroso. Por ende, no tendría que haber materia. Y si estamos muertos, no deberíamos estarlo. Se considera todo como si no debiera existir tal como es. En otros términos, la constitución con la que vinimos al mundo —nuestra herencia— es objeto de desprecio. No se nos permite sentirnos cómodos en nosotros mismos, de modo que enajenamos esas desdeñadas cualidades y creamos los agujeros de los que hablé en mi primera conferencia, los huecos, la nada donde algo debería haber; y allí donde falta algo, erigimos un objeto falso. Nos conducimos como si poseyéramos realmente esa cualidad exigida por la sociedad y que a la postre se convierte en una exigencia de lo que Freud llamó el superyó, la conciencia moral (conscience). Esto viene a estar representado por. el opresor (top-dog) en esos juegos en que este tortura al oprimido (under-dog), a la otra parte de sí mismo, exigiéndole lo imposible: «Y bien: ahora, ¡vive de acuerdo con ese ideal!».

Sería lindo poder convertirse en esas personas maravillosas, pero Freud
olvidó un elemento importante, que debemos añadir. El superyó no se (p.28) opone, como creía Freud, al yo o al ello, o a una constelación de impulsos, recuerdos o energías.'El opresor se opone a otra personalidad, a la que yo llamo el oprimido. Cada uno de ellos tiene sus propias características y ambos luchan por el control. El opresor se caracteriza principalmente por su rectitud: ya sea que esté o no en lo cierto, siempre sabe qué es lo que él oprimido debería hacer; pero cuenta con muy pocos medios para reforzar sus exigencias. En realidad, es un camorrista y trata de salirse con la suya profiriendo amenazas. Si uno no hace lo que él indica será castigado o le ocurrirá algo terrible. El oprimido, destinatario de estas órdenes, nada tiene de virtuoso; por el contrario, se siente muy inseguro de sí mismo. No se defiende ni trata de asumir el control mostrándose a su vez camorrista o agresivo, sino por otros medios: «Mañana», «Te lo prometo», «Sí, pero. . .», «Hago todo lo que puedo». De manera pues que ambos, el opresor y el oprimido, viven en una frustración mutua y en un intento continuo de controlarse uno a otro.

A esto denomino el primer estrato o estrato falso, estrato que comprende estos roles, los juegos del opresor y el oprimido, los juegos del control. Si alguna vez tomamos conciencia de la falsedad, de los juegos que estamos practicando, y tratamos dé ser más honestos o auténticos, experimentamos dolor, incomodidad, desesperación, etc. En particular, nos disgusta la experiencia de la crueldad. No debemos dañar a nuestros vecinos ni a ninguna otra persona. Olvidamos totalmente que una de las leyes básicas de la naturaleza es matar para vivir. No hay criatura viviente ni sustancia orgánica alguna que pueda perdurar sin matar a otros anímales o plantas. De todas las especies, únicamente el hombre se niega a aceptar la necesidad de matar y procede a matarse a sí mismo; únicamente el ser humano mata, no por necesidad, sino por codicia y para alcanzar poder. En la actualidad, sobre todo, en que el individuo es sustituido por esos superorganismos llamados Estados o naciones, se ve privado de su necesidad de matar, que ha transferido al Estado.

La matanza y la destrucción lo confunden todo. En realidad, hasta para comer una manzana tenemos que destruir la sustancia que la compone. Destruimos la manzana como unidad, fragmentándola en pequeños trozos con nuestros dientes, moliéndola con nuestras muelas y disolviéndola químicamente hasta que no queda de ella más que aquello que no podemos asimilar, y por ende eliminamos.

Una vez que somos capaces de entender nuestra renuencia a aceptar las experiencias desagradables, pasamos al siguiente estrato, el estrato fóbico, la resistencia, la objeción a ser como somos. En él tienen lugar todos los no se debe a los que me referí antes.

Si vamos más allá del estrato fóbico, de las objeciones, encontramos que en ese momento se produce el impase. Y en él tenemos la sensación de no estar vivos, de estar muertos. Sentimos que no somos nada, que somos cosas. En cada momento de la terapia tenemos que atravesar este estrato implosivo para llegar al sí-mismo auténtico. Es aquí donde naufragan la mayoría de las terapias y de los terapeutas, por que también ellos temen a la muerte. Por supuesto, no se trata de estar muertos, sino del temor y de la sensación de estar muertos, de desaparecer. Se toma la fantasía por realidad. Una vez que hemos dejado atrás (p.29) el estrato implosivo, vemos que ocurre algo muy particular, y que se aprecia en su forma más espectacular en el estado catatónico, en el cual el paciente, que se presentaba como un cadáver, estalla a la vida. Tal es lo que sucede .cuando se diluye el estado implosivo: una explosión. La explosión es el ultimo estrato neurótico y tiene lugar cuando atravesamos él estado implosivo. A mí entender, esta progresión es necesaria para llegar a ser auténtico. Hay .cuatro tipos esenciales de explosión: estallidos de alegría, de aflicción, de orgasmo, de ira. A veces son explosiones muy leves; ello depende del monto de energía investida en el estadio implosivo.

Tal vez pueda aclarar mejor cuándo se produce el estado catatónico, el estado implosivo, refiriéndome a la fisiología. Ustedes saben que para mover un músculo se envía a él una descarga eléctrica y el músculo pega una brusca sacudida. Si se interrumpe la descarga, el músculo vuelve a sacudirse. Para mantenerlo contraído es preciso repetir de continuo las descargas eléctricas. Pueden imaginar entonces cuánta energía se invierte en el estado catatónico, o en cualquier oportunidad en que el sujeto entra en tensión, para mantener esa tensión, esa rigidez. Y si esa energía no es invertida en conservar esa rigidez, queda libre para realizar todo tipo de actividades —pensar, trasladarse de un lugar a otro, estar vivos—. Si se la libera en forma súbita, la energía aprisionada explotará. La implosión se convierte en explosión, la compresión en expresión.

Creo que ha llegado el momento de dar al grupo una oportunidad para que formule preguntas y observaciones sobre esta conferencia.

Pregunta: Tú dijiste que el pasaje del estrato implosivo a la explosión puede ser percibido como un peligro tanto por el paciente como por el terapeuta, y que tal es probablemente la razón del estrato implosivo. ¿Cómo logran paciente y terapeuta superarlo? Uno de mis pacientes explotó de un estado catatónico en el orgasmo, y parecería que fuera a volver al estrato implosivo o catatonía porque de ninguna de las dos maneras logra adaptarse.

Perls: Una de las cosas que deben recordar es que para funcionar correctamente una persona debe tener a su alcance las cuatro posibilidades de explosión. Una persona que pueda explotar en el orgasmo, pero no en la ira o en la aflicción o en la alegría es incompleta. Tú aludes a lo que denominé el estrato fóbico, en el que se evita experimentar tensión a causa de fantasías catastróficas, el temor al riesgo. Cuando hay tanta energía contenida, es tanta la energía o élan vital que se acumula que la persona no puede contenerla más, y la explosión puede producirse de manera muy violenta.

Comentario: Me recuerda a la explosión que se produce cuando se separan los átomos... la fisión.

Perls: Fusión o fisión. Hay un proceso en el que la explosión y el peligro de la explosión suelen atenuarse: el proceso de la fusión. A menudo descubrirán que en cierto punto se sienten conmocionados, se sienten involucrados, y empiezan a fundirse, se sienten blandos o estallan en llanto. Esta es una de las maneras de amortiguar una explosión dañina; pero, básicamente, uno debe estar dispuesto a afrontar riesgos.

Pregunta: Esa fusión, ¿es ternura? (p.30)

Perls: La ternura es una forma de la fusión. Descubrirán que luego de una buena explosión se sentirán tiernos en el sentido de sutiles y delicados. Ahora bien: cuando se habla de ternura, entro en sospechas. Parecería que la ternura fuera lo que está en el núcleo interior de la rudeza, y hacerse el rudo es uno de los aspectos principalísimos de los roles representados por la juventud norteamericana de nuestra época.

Pregunta: ¿Podrías aclarar un poco eso de. . . de que la juventud representa el papel de la rudeza?

Perls: ¿De dónde extrae el niño norteamericano una buena parte de la información que posee? De las historietas. ¿Y qué expresan las historietas? ¿Hablan acaso acerca de un hombre y de una mujer? No. Hablan del «macho» y de la vampiresa. Este concepto del hombre se asemeja más al hombre de las cavernas que al hombre auténtico —y es difícil definir a este último: un hombre que vive de acuerdo con sus convicciones, en ese sentido—. El mensaje que transmite la historieta es que un hombre tiene que ser «macho» pues de lo contrario es un maricón. No tiene otra opción, salvo convertirse en un as del béisbol o en un homosexual. Sólo como homosexual se le permite ser tierno, ser suave. Lo mismo se aplica al sexo femenino. Puede estimarse aproximadamente que las norteamericanas se dividen en un 90% de prostitutas y un 10% de mujeres. La mujer debe convertirse en prostituta porque tiene que convertirse en vampiresa. En su calidad de vampiresa, tiene que pasar todo el tiempo luciendo fotogénica y mostrándose en lugar de tener ojos, genitales y relaciones con la gente. Esto origina en ella una cierta irritación permanente, una hostilidad permanente. Ve en el hombre a un enemigo, y la única manera de controlarlo es transformarse en una prostituta. Es así como el macho y la prostituta armonizan entre sí como personajes principales de la escena norteamericana.

Pregunta: Sólo te oí mencionar cuatro de los estratos de la neurosis.

Perls: El estrato falso, el fóbico, el impase, el implosivo, el explosivo. Si adopto estas categorías y convierto un proceso en una cosa, por favor sean tolerantes y comprendan que no es más que una aproximación a lo que el proceso es.

Pregunta: ¿Es en el nivel falso en el que se llevan a cabo los juegos?

Perls: Sí.

Pregunta: Y el estrato implosivo es donde se hallan los motivos de los juegos, ¿no es así?

Perls: No. No hay motivos para los juegos.

Comentario: Entonces no entiendo el estrato implosivo.

Perls: El estrato implosivo es aquel en que se paralizan y quedan inactivas las energías necesarias para vivir. Para liberarlas debemos pasar por el proceso de explosión. Sí tengo sed, no necesito ir al bosque a buscar un manantial; esta sería la manera biológica, primitiva, de calmar mí sed. En nuestra cultura, debo recurrir a cierto número de manipulaciones. Por ejemplo, en esta conferencia, toco un timbre, formulo mi pedido al ordenanza y cumplo todo tipo de procesos a fin de obtener el agua que equilibre el déficit de mi organismo. En la cultura en que vivimos, para satisfacer nuestras necesidades tenemos que representar roles. Yo podría salir al corredor y explotar gritando «¡Eh, tú! ¡Quiero (p.31) algo para beber!». Pero no lo hago. Desempeño los roles prescriptos, soy cortés y atento.

Pregunta: ¿Podrías agregar algo más acerca del estrato fóbico?

Perls: La principal actitud fóbica que se me ocurre es la fobia a descubrir la vida. Con el objeto de evitar vivir una vida en la que descubramos al mundo y a nosotros mismos, tomamos con frecuencia el atajo de obtener información. Es lo que ustedes acaban de hacer: me pidieron información. Pero ustedes podrían haberse lanzado a descubrir en qué aspectos son fóbicos, o en qué aspectos lo son los demás —cuáles son las cosas que ustedes o ellos evitan—. En cambio, me han formulado preguntas para alimentar su computadora, su sistema pensante. La actitud fóbica básica consiste en tener miedo de ser lo que uno es. Y si uno se anima a investigar cómo es, halla alivio inmediato. De pronto, se encontrará entregándose a fantasías catastróficas. «Sí soy como soy, ¿qué habrá de sucederme? La sociedad me condenará al ostracismo. Si le digo a mi jefe que se vaya al diablo, perderé el empleo. Si le digo a mi esposa qué es una ramera, no querrá acostarse más conmigo», etcétera, etcétera. De ese modo uno se vuelve fóbico, comienza a manipular y a representar roles. En lugar de decir «Sos una ramera», contrae los labios y no dice una palabra; pero experimenta una contracción que señala indirectamente que no le gusta cómo es su mujer o lo que está haciendo. Por temor a explotar, el individuo se implota.

Pregunta: En el nivel del impase, ¿se tiene miedo de ver al mundo tal cual es?

Perls: No, hay algo más. El impase se produce toda vez que uno no está preparado o dispuesto a utilizar sus propios recursos (sus ojos inclusive) y no dispone de apoyo ambiental inmediato. El ejemplo extremo de impase es el recién nacido cianótico: la madre ya no le suministra oxígeno, y él todavía no es capaz de abastecerse de oxígeno. Se halla, en cuanto a su respiración, en un Impase y tiene que encontrar una forma de respirar o ha de morir. Otro buen ejemplo de impase es el matrimonio típico en el que los cónyuges no se quieren pero cada uno de ellos tiene un concepto acerca de cómo debería ser el otro. Ninguno de los dos tiene casi una mínima idea de cómo es el otro, y en cuanto la conducta de su pareja no se ajusta a lo que espera, empieza a sentirse insatisfecho y a jugar al juego de las culpas: el marido la culpa a la mujer, diciéndole que debería cambiar, y se culpa a sí mismo, diciéndose que él debería cambiar. . . en vez de advertir que están en un impase porque están enamorados de una imagen, de una fantasía. Están varados, pero no saben cómo lo están: de ahí el impase. La consecuencia del impase es que se mantiene el statu quo. Tal vez quieran cambiar, pero no lo hacen; mantienen el statu quo porque tienen demasiado temor de atravesar el ímpase.

Pregunta: ¿Qué es lo que rompe el impase?

Perls: El impase no puede romperse.

Pregunta: ¿Es preciso aceptarlo?

Perls: Podría decirse algo así. Lo increíble y difícil de comprender es que la experiencia, la conciencia del ahora, basta para resolver todas las dificultades de esta índole, vale decir, las dificultades neuróticas. Si uno es plenamente consciente del impase, este se diluirá y de repente uno encontrará que lo ha dejado atrás. Sé que esto suena algo místico, (p.32) de modo que daré un ejemplo. Hay dos platos en el menú y no puedo decidirme por uno u otro; ahora bien: la naturaleza no obra por decisiones sino por preferencias: si se prefiere una comida a otra, se salva el impase.


FIN DE LA SEGUNDA CONFERENCIA

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